sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Cómo podemos detectar un trastorno alimenticio?

¿Qué indicadores que nos podrían hacer sospechar la presencia de un Trastorno alimenticio?

Hay una serie de indicadores conductuales de riesgo como son:
• Inicio de restricciones alimentarias no justificadas.
• Cambios bruscos de humor y del estado de ánimo (irritabilidad, labilidad emocional).
• Excusas para no comer en casa.
• Intentos por comer sola cuando está a casa.
• Incremento exagerado por el interés de su imagen corporal y su peso, e inicio de actividades excesivas.
• Aumento en el control y vigilancia en relación al peso.
• Aumento de la auto-observación a través del espejo, tomarse medidas corporales, comprobación de cintura, etc.
• Sospecha de vómito y quejas de malestar físico tras las comidas.
• Visitas recurrentes al lavabo inmediatamente después de las comidas.
• Callosidades en las manos.
• Pérdida brusca de peso no justificada o detención del crecimiento normal.
• Incremento del aislamiento social y en el ambiente familiar.
• Amenorrea no explicable por causas orgánicas
Cuántas más elementos de sospecha de de los mencionados, mayor será la probabilidad que nos hallemos ante el inicio de un TCA. No obstando, es necesario ser cautelosos a la hora de sacar conclusiones a partir de estos elementos, pues el diagnóstico es algo más complejo y requiere de conocimientos especializados en la clínica del trastorno.

¿Qué podemos aconsejar a los padres que sospechan que su hijo/a puede presentar un trastorno alimenticio?
• En primer lugar, no obtener una conclusión apresurada. Es conveniente observar durante un tiempo la conducta que preocupa y no dejarse llevar por la angustia.
• Si la conducta observada persiste, consultar a profesionales especializados.
• Tratar el tema con tranquilidad y sin presiones en el medio familiar.
• Confiar y seguir las directrices del especialista. Es conveniente transmitir y hacer saber a los padres que la enfermedad no es consecuencia de los errores educativos, desculpabilizarlos y ayudarlos a aceptar el diagnóstico puesto que éstos son una pieza clave en el decurso del tratamiento.
• Si bien inicialmente podría parecer poco conveniente hacer una consulta apresurada, esto no es cierto, y no debemos relativizar el problema, pues la experiencia nos demuestra que la intervención temprana es un factor que favorece un mejor pronóstico.
• Es muy importante destacar que un buen diagnóstico es primordial para afrontar la problemática de forma satisfactoria y evitar actitudes e intervenciones (en todos los ámbitos) que dificulten una adecuada evolución. Para ello es preciso que el profesional que intervenga realice un buen diagnóstico diferencial.

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